Acabado el año, en los principales medios de comunicación, e incluso blogs, copan las noticias de personajes, noticias, hechos del año. Por eso, hoy, despedir este 2013 de crisis y tertulias, quiero recordar el nombramiento del premio “Abulense del Año”, por parte del Ayuntamiento, adjuntando con ello una anécdota propia.

Hace meses, allá por mayo o junio, al finalizar el programa de radio en el que colaboro, Cinco Micros y un guisante, un buen compañero y amigo nos contaba que le habían comentado desde el Consistorio sobre a qué abulense daría él un premio o distinción. Por su parte, nos decía que si él tuviera que dar un premio se tendrían que dar una serie de condiciones: 1. Ser un personaje conocido por todos. 2. Tener la suficiente veteranía como una gran trayectoria (para que no se le suban los humos, decía) y 3. No tener todo el reconocimiento que merecía. Bajo estas condiciones, impuestas por él mismo, sólo se le ocurría un nombre: Pacorro.

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Francisco González Muñoz, aka Pacorro, entrañable abulense, humorista y fotógrafo aficionado aunque más profesional que muchos artistas del gremio, sería el elegido para recibir un premio, pues es conocido por todos, lleva décadas animándonos con su humor e inmortalizando la ciudad y sus gentes con sus fotografías, y pese a ser una persona discreta, nunca ha pretendido ni la fama ni el dinero al hacer fotografías, ahora ya digitales, de manera desinteresada por ser una de sus grandes pasiones, aunque profesionalmente se dedicara al reparto de medicamentos en Cofabu, “yendo al principio en una motillo con la que tuvo que hacer muchos kilómetros”, nos contaba a modo de anécdota mi amigo, y contándonos unas cuantas más que, desafortunadamente, no recuerdo.

Meses después, hacia octubre, el Ayuntamiento dio a conocer su propuesta de elegir al “Abulense del Año”, un reconocimiento novedoso y dirigido a aquellas personas, instituciones o entidades que de forma desinteresada desarrollan su labor en los ámbitos cultural, deportivo, social, comunitario, defensa de los valores éticos y difusión promoción de la ciudad. Al final, el galardón se otorgó no a tres personas como estaba previsto, sino a cinco. En primer lugar, imperando el sentido común, fue para Pacorro. No porque lo sugiriera mi compañero, que ni pincha ni corta, sino porque es algo que la ciudad le debía, o mejor dicho, algo que todos le debíamos a Francisco, en un gracias que afortunadamente ha llegado.

Las otras tres distinciones recayeron en personas que están o que han estado al frente de las Asociaciones de Vecinos: Manuel Sánchez Granado, de la Asociación de Vecinos de la Zona Norte – El Seminario; Antonio Jiménez Hernández, de la Asociación de Vecinos del Barrio de la Toledana; y Pedro García Andrino, de la Asociación de Vecinos de la Toledana. Su labor al frente de las Asociaciones vecinales ha pasado en demasiadas ocasiones desapercibida para los ciudadanos, aunque sin ellos el desarrollo de los respectivos barrios ha mejorado sustancialmente y sin duda han luchado para que los vecinos disfrutemos de las mejores instalaciones posibles e intentado solucionar todos los problemas que han surgido en el día a día de nuestros barrios. Dicho de otro modo, y en palabras del propio Ayuntamiento, porque “con una constante implicación, disposición y preocupación y trabajo a favor de sus vecinos, el impulso de iniciativas y propuestas en pro la ciudad que han contribuido de manera determinante a conformar estos entes como el verdadero y esencial tejido en el que se debe sustentar una gestión municipal que quiera realizar una política participativa, cauce de demandas e iniciativas”. Es, sin duda, un reconocimiento que Ávila también les debía, pues todo lo que han hecho durante sus mandatos al frente de las asociaciones vecinales ha sido desinteresamente, porque es (supongo y espero) lo que debían de hacer.

Por último, el último galardón fue elegido por los ciudadanos, votación popular, que por algo esto es una democracia, dando como ganador clarísimo con el doble de votos que el segundo clasificado a José Antonio García Llorente, conocido como Woody, por ser “propietario del establecimiento La Alcazaba, de cuyos galardones es fundador, emprendedor incesante, promotor de acciones solidarias en favor de asociaciones sin ánimo de lucro, colaborador y patrocinador de los Premios Gredos”, “Un empresario que trabaja por Ávila y que difunde y proyecta a través de sus múltiples facetas lo abulense, contribuyendo, sin duda, a la promoción de la ciudad”. Aunque Woody manifestaba que el premio le había pillado por sorpresa, a mi parecer el premio estaba más que otorgado desde el principio, pues después de hacer una gran campaña en las redes sociales, al final ganó, como alguien señaló en twitter, “el que más amigos tiene”. Para mí, es el único galardón que, pese a ser elegido por la ciudadanía, sobraba dentro del pastel, y que no aporta nada salvo promoción y autobombo.

Llegados a este punto, digo, ¿eran necesarios estos premios de “Abulense del Año”? Con algún recelo de duda, la respuesta es no, no eran necesarios, pero por otro lado si destaco que son la excusa perfecta para dar un reconocimiento que no se ha sabido dar a aquellos quienes al frente de los vecinos han vigilado porque todo vaya bien, en el caso de los tres presidentes, y a Pacorro, siempre en un segundo plano retratándonos como somos. Sintiéndolo mucho, el premio de abulense del año popular a Woody le veo totalmente irrelevante, pues considero que otros abulenses merecen más el premio, sin desmerecer en absoluto la labor que viene realizando Woody.

Felicito al Ayuntamiento por la creación de estos distintivos de “Abulense del Año”, y más su acierto a la hora de otorgarlos. Supongo el próximo año se volverán a realizar, así que no lo duden, vayan haciendo sus apuestas y quinielas.

P.D. Un saludo para Woody, ¡Guapo!

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