El único recuerdo que tengo de la Antigua Fábrica de Harinas de Ávila, o mejor dicho, de la Real Fábrica de Algodón, es la de unos altos muros llenos de ventanas que veía cuando iba al pueblo. Era un niño en esa época, y junto a eso recuerdo el día que la tiraron: hacía viento y pasé con mi padre por allí, donde unos camiones enormes salían llenos de escombros y otra máquina seguía destrozando el inmueble que hasta hacía poco seguía en pie. Recuerdo que mi padre le dijo a un capataz con bigote, conocido suyo: ¡Ten cuidado no os confundáis y tiréis ésta de aquí atrás! – señalando la muralla – ¡No jodas!, le respondió el del bigote, ¡lo que nos faltaba!.

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Han pasado casi dos décadas de aquel derribo y cualquiera que pase por las cercanías del puente Adaja puede ver lo que “queda” de la citada fábrica, ante la pasibilidad de los coches y los ciudadanos. Su mera existencia es desconocida para la mayoría, y de este olvido ha pretendido hacerse eco José Ramón Rebollada con un documental que no deja indiferente a nadie: Poder contra Verdad, presentado en Ávila este fin de semana en tres pases en el cine Tomás Luis de Victoria y que fue un éxito a juzgar por el público. De hecho, la primera sesión el viernes noche se agotaron las más de 450 entradas, quedándose

No voy a empezar la casa por el tejado, pues ya todos conocéis el final que tuvo, pero si nos cuenta todo el proceso que conllevó su deterioro: su abandono, el incendio (casual), pintadas y posterior derribo, con nocturnidad y alevosía, en dos fases. Me llama poderosamente la atención que en la declaración de Ávila como Patrimonio Histórico de la Humanidad no hubiera ninguna representación de la ciudad, dando a entender que poco o nada les importancia la declaración. Ahora eso ya ha cambiado, nos llena de orgullo y satisfacción ser Ciudad Patrimonio de la Humanidad y enviamos delegaciones fuera de nuestras fronteras a la menor ocasión.

Sin desviarnos del tema, del documental destaco la cantidad de entrevistas a entendidos y protagonistas de todo el proceso de destrucción, incluido la opinión del antiguo gerente de la fábrica, el mismo que nos muestra su impotencia al decir a la cámara la rabia de ver en qué se ha convertido la fábrica por la que había luchado, trabajado y vivido. Destaca la labor de la asociación Manqueospese la veré, que hizo todo lo posible por su conservación, pero que tristemente tengo la convicción de que por mucho que hubieran dicho o hecho, nada hubiera cambiado ante la firme sentencia de que había que derribarlo, sí o sí. Es más, si alguien era capaz de impedirlo, eran ellos.

Para finalizar, felicito desde aquí al director Rebollada, quien después del visionado se ofreció a contestar a las preguntas del público que, para mi asombró, fue participativo y realizó preguntas interesantes y curiosas. Queda para la posteridad Poder contra Verdad como un documento que nos muestra un error garrafal en nuestra ciudad, una cabezonería política y un atentado al Patrimonio.

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