En los últimos meses vivimos pendientes, queramos o no, sobre la situación de Ucrania y por ende, de Crimea. Los sucesos políticos acaecidos en la república ucraniana han llevado a que la provincia de Crimea, enclave geopolítico muy importante, pida la anexión a Rusia, con quien le unen lazos culturales, políticos y económicos. Las comparanzas entre la situación de Crimea han hecho que otros territorios vean su reflejo en ella para pedir su independencia o anexión a otro territorio. Sí, todos estamos en lo mismo, en Cataluña. Salvando las distancias, ambas situaciones son radicalmente distintas, y se parecen tanto como Barcelona a Sebastopol.
El caso que hoy quiero contarles es similar al de Crimea: un territorio de un estado soberano que trata de independizarse y acaba pidiendo la anexión a otro país. En concreto, nuestro país, España, y pese a que quizá vuestro subconsciente está pensando en catalanes o vascos, nada más lejos de la realidad, pues fueron los murcianos, y en concreto, Cartagena.
Debemos situarnos en la España del siglo XIX, tras el breve reinado de Amadeo de Saboya (1870-1873), quien se volvió a Italia dando por ingobernables a los españoles, se estableció en España la I República (1973-1874), periodo breve y convulso que tuvo hasta cuatro presidentes del Poder Federal, apostando por una división territorial del Estado en cantones independientes, a imitación de Suiza. El primer presidente fue Estanislao Figueras, quien pocos meses después de llegar al poder, debido a las diferencias internas del Consejo de Ministros, dimitió con una mítica frase campechana y honesta: «Señores, ya no aguanto más. Estoy hasta los cojones de todos nosotros«. El segundo presidente fue Francisco Pi i Margall, quien dentro de su programa, entre otras muchas cosas, pretendió constituir el Estado federal como la suma de 17 estados soberanos con autonomía completa para dotarse de Constitución y dotarse de sus propios órganos de Gobierno.
La impaciencia de los más intransigentes, que querían hacer la República Federal inmediatamente, de abajo arriba sin esperar a las Cortes Constituyentes elaboraran una nueva Constitución, supuso huelgas revolucionarias y la fundación de cantones. Inicialmente tuvo su epicentro en Cartagena (aunque con antecedentes días antes en Alcoy), y rápidamente se extendió por la provincia murciana y posteriormente abarcando otras zonas como Valencia y Andalucía.
En Cartagena, el 12 de julio de 1973 el batallón de Voluntarios de la República tomó el Ayuntamiento, con aquiescencia del gobernador civil, nombrando una junta con el nombre de “Cantón Independiente de Cartagena”, tomando además el control del arsenal y el puerto, donde se encontraba la mayor parte de la flota española (cinco fragatas, dos vapores y una corbeta), que se une a la sublevación. Enarbolan su bandera cantonalista en el Castillo de Galeras, una bandera turca con la media luna y la estrella pintadas de rojo, símbolo de la sangre derramada. Los sublevados intentaron sin éxito la expansión de su territorio hacia el interior con incursiones por Hellín, Orihuela y Lorca, y utilizaron la Armada como instrumento de intimidación para financiar el mantenimiento del cantón a costa de los impuestos de las ciudades costeras de Alicante, Torrevieja, Águilas, Mazarrón, Vera y Almería.

El cantón de Cartagena llegó a ser un país independiente, con moneda propia, el Duro Cantonal y un periódico propio, “El Cantón Murciano”, pero su sueño no duraría mucho, pues en agosto de ese mismo año el general Martínez Campos puso asedio a la ciudad, que se prolongaría durante seis meses.

Durante el transcurso de la contienda, hubo dos deposiciones más del presidente del gobierno, Pi i Margall dimitiría días después del inicio del movimiento cantonal, y su sucesor, Salmerón, «Abandonó el poder por no firmar una sentencia de muerte«, como dice su epitafio, lo que llevó al poder a Emilio Castelar y posteriormente a dimitir en enero de 1874 finalizando la República con el golpe de Estado del general Pavía, encargando formar gobierno al general Serrano.
Cartagena, sitiada, se rindió después de seis meses de asedio, quedando gran parte de la ciudad destruida por los bombardeos, a cargo del general José López Domínguez (12 de enero de 1874). Como curiosidad, el gobierno independiente del Cantón se puso en contacto con el gobierno de Ulysses S. Grant, para solicitar su ingreso en los Estados Unidos y pidiéndole ayuda para mantener su independencia frente al gobierno centralista de Madrid. Dicen que el gobierno norteamericano se tomó en serio esta propuesta y la meditó durante un tiempo antes de dar una resolución, demasiado si tenemos en cuenta que la respuesta llegaría tarde, pues ya estaba conquistada Cartagena y el Cantón Independiente de Cartagena había dejado de existir.

Para saber más sobre el Cantón de Cartagena, pueden remitirse al artículo de Antonio Gómez-Guillamón Buendía “La I República y el cantón de Cartagena” o a Benito Pérez Galdós en “De Cartago a Sagunto” en sus Episodios Nacionales. También en el blog de Ernesto, «Testigo«.