La ciudad se compone por sus gentes. Hoy quiero hablarles de un personaje «popular«, típico de la ciudad de Ávila a mediados del siglo XX, al que sin duda los que tienen más edad todavía hoy recuerdan.
Aurelio Nieto, limbiabotas que solía ejercer su oficio en el Mercado Grande, cerca del bar El Águila, se le conocía popularmente como Merejo. Tenía una hermana, «Feli», pero que por extensión del mote era conocida como la Mereja.
Merejo era «el bobo del pueblo, prototipo de la risa cruel que ha tenido y tiene tanta tradición entre nosotros«*. Conocido por todos, este popular limpiabotas ejercía su oficio en tan lugar céntrico, fue también torero, matador de reses bravas que dio algunos de sus capotazos en la plaza de toros de Ávila. No en la actual, si no en la antigua, la que estaba situada en el paseo de San Roque, a continuación del paredón de Las Gordillas; y era el cómplice de muchos jóvenes que iban a limpiarse los zapatos con la excusa de que los proporcionara unos «calcetines de viaje«, por aquel entonces totalmente prohibidos, y que Merejo traía de contrabando de Madrid.
Incluso quedó retratado en la obra «Judíos, moros y cristianos» por Camilo José Cela, el cual, al verlo, lo definió con estas palabras: «cara de mono, los ojillos pequeños y como confusos, y los brazos largos; el vagabundo piensa que, si Darwin lo hubiera visto, el gran Merejo hubiera muerto disecado«.
Y es que era tan poco agraciado físicamente que se acuñó el dicho popular de «Eres más feo que Merejo«.
Con todo lo expuesto, este limpiabotas pasó al olvido, siendo un secundario en la vida de la ciudad de otro tiempo, y sólo recordado por el imaginario colectivo de quienes convivieron en Ávila en aquellos años.
* Julio Collado en «Rutas literarias por Ávila y provincia» pg. 87.
De la tradición oral, popular y mitológica: que era chivato de la policía, confite (sic)
Que, más que ser torero, lo echaban también a él a la vieja plaza de toros, en ocasión de festejos, vaquillas, cosas sin picadores, etc. para que fuera víctima de revolcones, tainas y atropellos varios por parte del ganao – y sobre todo objeto de burla de los asistentes.
Era Merejo la irrisión.
Y que una vez se quiso suicidar, arrojándose desde lo alto el puente’Salamanca.
Pero se tiró por lo bajito y sólo se dio un coscorrón.
Que cierto profesor lo sometió a serios y diversos estudios anatómico- morfológicos para apoyar en él la idea de que el hombre desciende del mono. Hizo fotos.
Me da un poco de pena, no tanto por el personaje sino por la crueldad de sus paisanos.
Puedo contarlo por haberlo conocido, y porque era entonces, en mi lejana infancia
abulense, tema corriente de conversación a propósito de ponderar fealdades, y como muy bien se cuenta en la entrada del blog, paradigma modelo y ejemplo de lo mismo.