El ambiente sociopolítico de la ciudad de Ávila era de enfrentamiento de unos grupos sociales con otros: enfrentamiento entre las dos facciones de los Dávila, canónigos del cabildo enfrentados con el Concejo y poca unión entre ellos y los pecheros, especialmente los que se dedicaban a la manufactura textil, pues se mostraban reticentes a incorporar avances desarrollados en Flandes.

Los factores que implicaron a la ciudad en la revolución de las Comunidades, según Joseph Pérez, fueron los siguientes:

  • Temor a las consecuencias de la política lanera e industrial del rey, caracterizada por el estímulo a la exportación hacia Flandes de las mejores lanas castellanas, lo que perjudicaba a los productores de telas, que en Ávila daban trabajo a un cuarto de la población activa.
  • Rechazo a la actuación de los encabezamientos de las alcabalas, ya que Ávila, Arévalo y otras ciudades pretendían que se mantuvieran los que se pactaron con los Reyes Católicos en 1495.
  • Imposición de una contribución extraordinaria al clero, previendo sufragar los gastos de la elección como emperador, consiguió una autorización del Papa.
  • Exigencia de que el rey concediera un mayor protagonismo a las ciudades en la gobernación del Reino.
  • Oposición al carácter subordinado de Castilla en el ámbito del imperio.
  • Rechazo del favoritismo hacia los extranjeros.

Y también el asunto de Germana de Foix, del que las actas consistoriales tratan extensamente. Al morir Fernando en 1516 había dejado a Germana casi 30.000 ducados procedentes de sus posesiones italianas, pero Carlos I, del que se dice que fue su amante, decidió que parte de esos dineros salieran de las rentas producidas de algunas ciudades, como Ávila, a lo cual, por supuesto, Ávila y el resto de las ciudades se negaron haciendo valer sus privilegios históricos. Carlos V ordenó bajo amenazas que cumplieran su decisión en 1518 y el concejo aceptó a regañadientes esta humillación.

Con estos factores las ciudades con voto en Cortes se reúnen acordando Toledo que la reunión se celebrara en Ávila, pues era un cruce de camino con una situación estratégica perfecta y además fortificada, en caso necesario. El proyecto político comunero era uniforme, y sus puntos fundamentales y más modernizadores eran: limitar el poder real, dominar las ambiciones de la alta nobleza, establecer una serie de garantías de la persona y organizar la vida municipal sobre bases más democráticas.

El levantamiento de la ciudad de Ávila se produjo en junio de 1520, a instancias de Francisco de Pajares, noble y procurador general de la tierra. Se proporcionó armamento para armar a los comuneros abulenses. En las ciudades donde triunfó la “comunidad” se constituyó un nuevo y revolucionario órgano de poder, la asamblea municipal o Junta General, en la que participaban miembros de los tres estados, elegidos por las cuadrillas de cada barrio. Se reunirán en la capilla de san Bernabé de la catedral – la misma capilla donde un siglo antes se congregaron los nobles para ofrecer a la princesa Isabel la Corona

La Santa Junta se constituye y se reúne a finales de julio de 1520, aunque hasta el 10 de septiembre no tuvo representación oficial, reuniéndose en torno a 20 ciudades. Estaba formada por personas de diversa clase social: nobles, plebeyos, eclesiásticos, artesanos… todos tienen representación, tomando la voz cantante el tundidor Pinillos o Peñuelas, un trabajador manual que desempeñaba un papel de primer orden en la institución que llegó a ser depositaria de la soberanía nacional. Elaboraron “los capítulos de Ávila”, redactados de forma definitiva al trasladarse al Junta a la villa de Tordesillas. Eran una propuesta revolucionaria en la organización del reino y el proyecto de un nuevo sistema político para su gobernación, incluso hicieron un manifiesto en el que se declaraban competentes para asumir la responsabilidad de la gobernación del reino.

El 5 de diciembre de 1520 los rebeldes son derrotados en Tordesillas y la villa es conquistada por las tropas realistas, siendo el comienzo del declive del movimiento comunero. Son apresados varios de sus dirigentes como don Suero del Águila, Gómez Dávila, uno de los tres procuradores  de Ávila y Gil González Dávila, alcalde de casa y corte. Diego de la Esquina, otro de los procuradores, consiguió huir a Valladolid. El almirante y cardenal Adriano de Utrech ordenó que dejara libre a Suero del Águila, lo que provocó un escándalo en los mandos realistas, pero desde entonces don Suero se empeñó en que Ávila abandonara la causa comunera y desde comienzos de 1521 la comunidad era sostenida por los hidalgos más modestos.

Los nobles cambian de bando, como Francisco de Pajares, principal impulsor de la causa comunera, y por ello su casa es asaltada y demolida. Pero salvo casos aislados de violencia, como la demolición de la casa del comendador Antonio Ponce, el destierro del padre guardián del convento de San Francisco o la quema de la casa del contador Pedro Dávila, no hubo más tensiones en Ávila, viviéndose un clima de relativa tranquilidad.

 

Los comuneros, como sabemos, fueron derrotados en Villalar el 23 de abril de 1521. Y el rey aplicó castigo a los sublevados. Referente a Ávila, en el “Memorial de los malos, así eclesiásticos y religiosos como caballeros y letrados y otras personas”, hubo un gran número de exceptuados, unos 300, sometiendo a castigo individual a los sujetos más significativos y sometimiento de las comunidades participantes al pago de indemnizaciones. El rey admite que en los abulenses ya están pacíficos y obedientes a su servicio y les concede el perdón, excepto a 17 vecinos, quitando a los más importantes y nobles de los culpados, mecanismo de solidaridad. Los 17 sometidos proceso y se les confiscaron los bienes, pero para evitar el encarcelamiento, la mayoría había huido. Entre ellos:

  • El deán Alonso de Pliego, el más malo, condenado a muerte que salvó el pellejo por sus relaciones con el papado.
  • Suero del Águila, regidor de Ávila y capitán de la Junta, condenado a muerte y privado de su hacienda
  • Gómez Dávila, condenado a muerte, pena que se conmutó por la de destierro, y la confiscación de sus bienes, que logró evitar mediante el pago de una multa de 7.000 ducados.
  • Francisco de Villarroel, procurador de la Junta.
  • Sancho Sánchez Cimbrón, a pesar de su participación en Navarra en la guerra contra los franceses, fue considerado traidor a la Corona, con pena de muerte y confiscación de sus bienes.

Durante los años posteriores el concejo sigue pidiendo el perdón al emperador, pero este no atiende a la petición, que será repetida en 1528 y 1532. Además, el emperador somete a la ciudad a un castigo: un repartimiento para recaudar el dinero que la Corona dejó de ingresar durante el levantamiento y una indemnización por la destrucción de la villa y castillo de Torrelobatón: entre 10 ciudades tuvieron que pagar 7 millones de maravedís, de los que Ávila tuvo que pagar 706.000. Esto supuso una carga importante, que se sumaba al resto de impuestos ordinarios.

La ejecución de los comuneros de Castilla. Óleo sobre lienzo. Antonio Gisbert Pérez (1860)