La Ley de Memoria Histórica (Ley 52/2007 de 26 de diciembre) fue aprobada por el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Al decir esto ya empezamos mal. Cualquier ley aprobada, independientemente del signo político, debe ser considerada por igual, pero siempre se incide en si una ley es de un gobierno o de otro y en algunos casos con el cambio de gobierno se derogan leyes para aprobar otras nuevas – consideradas mejores – como es el caso, por ejemplo de las leyes de educación.
En el caso que hoy nos ocupa, vamos a hablar de una de las leyes más controvertidas de los últimos años y que ha tenido menor aplicación en todo el territorio nacional. El objeto de la Ley de Memoria Histórica es “reconocer y ampliar derechos a favor de quienes padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, o de creencia religiosa, durante la Guerra Civil y la Dictadura, promover su reparación moral y la recuperación de su memoria personal y familiar, y adoptar medidas complementarias destinadas a suprimir elementos de división entre los ciudadanos, todo ello con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre las diversas generaciones de españoles en torno a los principios, valores y libertades constitucionales” y “se pretende el fomento de los valores y principios democráticos, facilitando el conocimiento de los hechos y circunstancias acaecidos durante la Guerra civil y la Dictadura, y asegurando la preservación de los documentos relacionados con ese período histórico y depositados en archivos públicos”.
Cabe preguntarse una primera cuestión, ¿era necesaria esta ley? Personalmente, yo diría que no, o al menos, no como ha sido concebida. De hecho, la mera existencia de esta ley significa que durante todos los años de democracia las cosas no se han hecho bien, aún se perfilan las “dos Españas”, con enfrentamientos entre la izquierda y la derecha en una sociedad que progresivamente va perdiendo la conciencia del pasado y olvidando – o despreocupándose – de unos hechos que les resultan tan ajenos como extraños (para bien y para mal). Dicho de otro modo, creo que no se conseguirá una plena unión de los ciudadanos en el caso de memoria histórica mientras haya una ley de memoria histórica, algo parecido a que no se conseguirá una igualdad entre el hombre y la mujer mientras haya o se necesite una ley de igualdad. Paradojas.
La Ley de Memoria Histórica no es una Damnatio Memoriae. La damnatio, utilizada en la historia para censurar, borrar y olvidar a personas, reinados o gobiernos, no es lo mismo que se busca con la LMH, pues si bien se traduce – entre otras cosas – en retirar todos los símbolos conmemorativos o de exaltación, no se trata de olvidar o borrar, pues aunque no nos guste, todo es parte de nuestra historia y se debe conocer. Es decir, si existe una estatua o placa, no es menester destruirla como los extremistas islámicos, si no retirarla a algún almacén o museo para favorecer su conservación.
¿Con esto quiero decir que no sirve para nada la LMH? En absoluto, todo lo contrario. Coincidido con Javier Cercas diciendo que la memoria histórica “Era un movimiento absolutamente justo porque se trataba de resarcir por completo a las víctimas del periodo más oscuro de este país y de afrontar el pasado español con la máxima claridad, coraje y espíritu crítico para digerirlo. Esto no es fácil y el único país que lo ha hecho de forma ejemplar es Alemania. En España, veinte años después de la muerte de Franco, tuvimos esa oportunidad y no lo hicimos porque se creó la industria de la memoria”. A lo que añade “Se sustituyó lo objetivo por lo subjetivo. El problema es que se convirtió en un negocio”. Además, parece que esta ley solamente se reduce al artículo 15.1, Símbolos y monumentos públicos.
Artículo 15.1 Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura. Entre estas medidas podrá incluirse la retirada de subvenciones o ayudas públicas.
Por otro lado, si las leyes son de obligado cumplimiento, ¿por qué no se cumple la LMH? ¿el incumplimiento de la ley no está penado? Hay poca seriedad en la aplicación de dicha ley y su infracción no supone absolutamente ninguna sanción. Como veremos en el caso concreto de la ciudad de Ávila, el caso de la LMH es considerado una cosa menor «con los problemas que tenemos y el día a día«.
Ávila es ejemplar en Memoria Histórica
En Ávila no se ha aplicado la Ley de Memoria Histórica porque lo consideran un problema menor pero tienen la desfachatez de decir que “Ávila es ejemplar” cuando existen más de una docena de calles con denominación franquista – Capitán Méndez Vigo, Capitán Peñas, Castillo de la Mota, Sargento Provisional, las calles de las Batallas, Cuartel de la Montaña… – y otros tantos símbolos repartidos por toda la ciudad – Biblioteca pública, Hospital provincial, Santa Ana… – con claras alusiones a la dictadura. Ahora bien, lanzo la siguiente pregunta, ¿cuántos ciudadanos conocen quién fue, por ejemplo, el capitán Méndez Vigo o el Cuartel de la Montaña? Si preguntásemos en esas calles a los viandantes por el nombre, seguramente dos tercios ignorarán el por qué y casi a los mismos les dará igual que se llame de una manera o de otra, lo cual no es razón para que no se quite el nombre y los símbolos.
¿Por qué el Ayuntamiento no quiere cumplir la ley? El cumplimiento de la LMH con las calles abulenses es una reivindicación de la oposición que salta a la palestra, aproximadamente, cada dos años, y siempre con el mismo nulo resultado. Si algo genera polémica, y más cuando hay una ley que te indica, no veo por qué el ayuntamiento no hace, o al menos muestra la consideración, de cambiar estos elementos, porque su negativa no hace sino otra cosa que interpretarse como si estuvieran de acuerdo con éstos símbolos y un desprecio a la ley que nos rige a todos los españoles.
¿Es lícito destruir los símbolos franquistas de las calles? Por supuesto que no. Tan mal está mantener éstos símbolos como tomarse la justicia por su mano y atentar contra monumentos y/o elementos públicos, como se ha dado el caso. A las pruebas me remito: la placa de la calle don Gerónimo con un medallón dedicado a Francisco Franco se pidió durante años su retirada y no fue hasta que un/unos vándalos lo destruyeron una noche, lo cual evitó al Ayuntamiento tener que retirar la placa y, maldita la información de las noticias, se advertía de la existencia de otra placa en la plaza del Rastro, y ésta acabó siendo destruida una noche por encapuchados tapándola con cemento y escribiendo la frase: Fin de la Cita, y para colmo, cuelgan su fechoría en youtube como si fuera una gran hazaña. ¿Debía de haberse retirado esta placa? SI. Pero así, no son las maneras.
Ahora que son elecciones municipales, he decidido preguntar a los candidatos a la alcaldía de Ávila, vía twitter, sobre la dichosa Ley de Memoria Histórica. He aquí sus respuestas:
Quede constancia de que se ha preguntado a los ocho partidos que se presentan, siendo solamente éstas las contestaciones que se han realizado hasta el día de hoy, con la ausencia de contestación del PP, UPyD, Ciudadanos y Ahora Decide lo cual indica, una vez más, lo mucho que preocupa esta ley a los partidos políticos.
Conclusión
La Ley de Memoria Histórica se creó como una reivindicación de la izquierda y, aunque necesaria, no se ha conseguido lo que se proponía, siendo esgrimida como arma política en la mayoría de los casos, dando más problemas que soluciones. Esta ley se debería, primeramente, aplicar en todos los casos, sancionar a quien la incumpla, revisarla y buscar otras maneras llegar a soluciones donde impere el sentido común y se deje de una vez por todas de discutir entre derecha e izquierda y se pueda decir, bien alto, aquello de «la concordia fue posible«.
Pues muchas gracias por el artículo. Me quedo con la sensación de que si una ley se ha de cumplir (estoy pensando en las leyes lingüísticas catalanas, o como mentas algunas educativas) y no se hace, entonces hemos hecho un pan con unas tortas.
Quizás más que preguntar a los partidos que qué van a hacer si ganan (me permitirás decirte que las respuestas que has obtenido no es que me hayan dejado patidifuso) lo suyo sería que un ciudadano de Ávila concienciado por el tema presentase una demanda de cambio de nombre de calle con un anexo justificando quién era el Capitán Peñas, y refiriéndose al artículo 15.1 de la Ley (y teniendo presente que existe el 15.2, aunque no creo que aquí aplique), y si no recibe justificada respuesta y tras un razonable plazo, irse al juzgado a presentar una demanda por incumplimiento de ley contra el consistorio que sea. Ese sería el proceso «legal» y además neutro, porque coicido contigo en que hoy en día la Ley de Memoria Histórica creo que aviva más que aplaca.
Un abrazo
La placa de santa Ana no puede ser objeto de esta ley. No hace ni dice nada en favor de Franco ni del bando nacional. Que se instalara en 1941 no la convierte en «franquista» más que cronológicamente. ¡Ah!, que podría entenderse como laudatoria de cierta idea imperial… No pone en ella nada que no sean datos y acontecimientos rigurosamente históricos, lo mande escribir Franco o Perico de los palotes.
Bien, ¿y qué tiene eso de falso, de tendencioso, de sectario, de guerracivilista?
Si se actuara con ese criterio, debería cambiarse el nombre a la avenida de Portugal, la calle Alemania, la plaza de Italia… Por cronología y por afinidad política y colaboracionista con el bando nacional.
Por otro lado, sí que se trata de un intento de damnatio.
Intento, digo, por lo ridículo de la intención en estos tiempos. Seguramente hoy no basta con picar los nombres en el mármol para olvidar a los gobernantes.
Usted mismo afirma que se debe conocer, que no se trata de olvidar o borrar… Discrepo, la ley trata precisamente de eso, de borrar, aunque sea en la práctica imposible. Porque, si se eliminan los elementos visibles y notorios se difuminan mucho los ideológicos, los históricos, los políticos… Cambiar el nombre a una calle, en una o dos generaciones es eficaz a estos efectos.
Ya sabrá usted que hay en Ávila personas – jóvenes- que afirman que el Corral de Campanas siempre se llamó, antes, plaza de San Juan de la Cruz.
Basta con unos pocos años para, una vez quitadas las placas (efectuada la damnatio) «borrar» el periodo y el recuerdo popular del general Mola, con todo lo relevante que fue este personaje en la pequeña historia local.
Nadie, salvo los muy mayores llama Generalísimo a don Gerónimo, ni calvo Sotelo a la de Suárez ( a esta, muchísimo menos).
Hasta no hace mucho, había placas, hoy eliminadas. Véase la damnatio.
Otra cosa será que se conserven nombres en el callejero donde, o bien se alude implícita y explícitamente al bando republicano (Cuartel de la montaña, Batalla de Teruel…) o bien -por mor de ignorancia de los concejales que en su día lo obviaron, o por imprecisión y alusiones meramente históricas, como de cosa antigua, de la Castilla medieval- parece inocuo denominar así a la calle Banderas de Castilla.
Los militares Méndez Vigo, Peñas, lo eran de carrera, y se alinearon en un bando. Como el Duque de Alba frente a los rebeldes flamencos, valga la comparación, o como Sancho Dávila, u otros militares en su contexto, actuaron cumpliendo con su deber.
Lo del Castillo de la Mota no merece comentario. ¿Qué tal castillo de Magalia, o de Belmonte? Pues lo mismo.
Que en el momento en que se cambiaron los nombres, hubiera en el Ayuntamiento cierto imfluyente concejal / historiador/ comunista, también sirve para explicar algunos cambios.
Por lo demás, las cosas no se hacen tan rematadamente mal como usted mismo señala. Tiene toda la razón.
Si una placa estorba, retírese, guárdese en el museo, hasta que pueda exhibirse sin molestar a nadie. El vandalismo, la barbarie, la destrucción por el gusto de destruir solo sirven para enconar más los odios y los rencores.
Las cosas no deben de hacerse así. No es lícito destruir, usted lo dice y yo lo suscribo.
Enhorabuena por su artículo.
Una pregunta a realizarnos es cuándo caduca la memoria. Cierto es que la guerra civil del 36 fue uno de los episodios más cruentos de los últimos años, el que más, sin duda. Pero no es ni de lejos la única guerra civil que España ha vivido. Las carlistas del XIX acabaron con miles de personas, se asesinó a población civil, dividieron España. No veo a nadie que pida la retirada de la estatua de Espartero o la calle de Martínez Campos. Y curiosamente son guerras donde la «derecha» perdió frente a un liberalismo más al uso.
Coincido con el Sr. Pérez Prado en que damnatio existe, claro que sí. Como la hubo en el 40 y años sucesivos. Y como la ha habido durante centenares de años de los vencedores para con los vencidos. Supongo que va en el sueldo, la verdad. Pero ganar o perder es un hecho inamovible históricamente. Por mucho que los atléticos se empeñen en que la final de la Champions la tuvieron que haber ganado ellos y no los imperialistas merengues, lo que pasó pasó, y no vale reescribirlo en clave colchonera décadas después eliminando la cara de Sergio Ramos de todos los sitios (y lo dice un blaugrana!)
Un abrazo