Anoche recibía la terrible noticia del fallecimiento de una gran persona, Jesús Liz Guiral. En breve, mi teléfono y las redes sociales se llenaban de mensajes de amigos, compañeros, alumnos que lamentaban la pérdida de Jesús. No es para menos. Bonachón, brillante, cercano, arqueólogo, ilustrado, con un sentido del humor tan peculiar como negro y maño, fue mi profesor en la facultad y fue de aquellos que dejó huella. Con él aprendimos a mirar el mundo con otros ojos, tanto en el aula como fuera de ella.

DSCN1446

En nuestra primera clase de Arqueología nos hiciste escribir en un papel qué era para nosotros la Arqueología, dudando de si era una ciencia, disciplina o rama de la Historia. Hoy todos tus pupilos lo sabemos sin dudar: Arqueología eras tú. Contigo aprendimos de datación, fotografía aérea y estratigrafía, quien era Binford y Renfrew, de arqueología submarina, Canfranc, las malditas matrices de Harris, de villas romanas… y más, mucho más de aquellas clases que amenizabas con sutiles comentarios con tu humor que pocos comprendíamos entonces.

Y fuera del aula aprendí de ti a vivir y a soñar. Contigo, Jesús, aprendí lo que de verdad era una excavación, a coger bien el pico, a no mezclar el vino, a comprender a esos locos romanos, a conocer Lancia, la importancia del sombrero de paja, a descubrir yacimientos con tus explicaciones, el rock de los setenta, a defender mis ideales, a ser firme en lo que creo, a creer que algo es posible, a rectificar cuando me equivoco e infinidad de pequeñas cosas salpicadas de anécdotas que quedarán siempre en el recuerdo.

Hasta siempre, Jesús. Arqueólogo, profesor, padre, amigo. No te olvidaremos porque dejaste huella en nosotros, siempre habrá algo que nos recuerde la gran persona que siempre fuiste. STTL

El Gran Cazador Blanco, como me llamabas