El hundimiento del transatlántico Lusitania el 8 de mayo de 1915 provocó la entrada de los Estados Unidos en la I Guerra Mundial. Alemania fue considerada culpable del naufragio, provocando la muerte de más de 1000 pasajeros a bordo. Este hecho, aparentemente fortuito, fue el detonante para que las tornas en el conflicto mundial cambiaran, tomando un nuevo rumbo.
Este año, cuando se cumple el centenario del hundimiento, aún son muchas las incógnitas que rodean la catástrofe.
El Lusitania era el barco más grande y más rápido del mundo, siendo incluso comparado con el Titanic. De fabricación británica, había cruzado el océano en más de doscientas ocasiones y batido todos los récords de velocidad, siendo su casco similar al de cualquier buque de guerra. Poseía cuatro chimeneas enormes, de 22 metros de altura que se extendían por los 220 metros de eslora y treinta y dos mil toneladas de peso. Su primera clase poseía una magnificencia excesiva, con cientos de lámparas de araña, con decoración de oro y todos los lujos imaginables.
El Lusitania partió hacia su último viaje el 1 de mayo desde Nueva York, con destino Inglaterra. Siete días después, un torpedo disparado desde un submarino alemán, el U-20, le hundió en tan sólo 18 minutos. Alemania fue considerada culpable inmediatamente, y ésta acusó al barco de transportar armas a Inglaterra, en un cruce de acusaciones fundadas e infundadas. El hundimiento rompió las normas no escritas de no avisar antes del ataque, como semanas antes el propio U-20 había avisado a dos barcos que acabó hundiendo. El submarino se aproximó y con tan solo un torpedo, disparado a una distancia de 700 metros, hundió el Lusitania. Fueron 18 minutos interminables donde murieron 1201 personas.
Las investigaciones pertinentes comenzaron poco tiempo después, llegando a la misma conclusión tanto la investigación británica como estadounidense: el barco no transportaba ni armas, ni contrabando, ni nada peligroso, aunque esto no es del todo cierto. Según los papeles de las mercancías, se hacía constar que llevaban 4.200 cajas para fusiles, con 1000 cartuchos en cada uno, 1250 cajas de granadas y 18 cajas de fulminantes de percusión, haciéndose constar que no eran mercancías explosivas. Los inspectores alemanes sospechaban que transportaban otras sustancias, pólvora, disimulada como algodón, alegando también que no sabían la identidad del barco que había atacado, aunque esto no era, tampoco, verdad.
Según los testimonios de algunos testigos del naufragio, hablan de dos explosiones, la del torpedo y otra que provenía del interior del barco, además de numerosos errores del capitán que hizo que la tragedia fuera mayor. El mismo Churchill culpó al capital Turner como una humillación final, y todo parece indicar que aunque la tragedia podía haberse evitado, interesaba que pasase lo que pasó.
La opinión pública se volvió unánime contra Alemania: el ataque al transatlántico Lusitania, neutral y de pasajeros, era una traición a toda norma y a toda verdad. EE.UU. entró en guerra, lo que contribuyó a desequilibrar la balanza había el bando de los aliados.
Todos faltaron a la verdad, llegándose incluso a decir que fue algo montado, una campaña en la que Alemania atacó deliberadamente al transatlántico sirviendo de excusa perfecta a EE.UU. para entrar en la Guerra Mundial. Todavía hoy, cien años después de lo sucedido, quedan muchas incógnitas por resolver, aunque algo si queda claro: la culpa fue de todos pero no todos dijeron la verdad.
Fuentes
– La Rosa de los Vientos. El hundimiento del Lusitania
– Antón, Jaime. «Lusitania»: el «Titanic» torpedeado
– Rodríguez, Ricardo. Una de barcos (I): el hundimiento del Lusitania.