La pobreza estaba extendida en la primera mitad del siglo XX en Ávila. Había barrios con viviendas realizadas al azar y construidas con humildad, sin ningún orden urbanístico, formando callejuelas tortuosas. Se podía considerar la pobreza como un mal endémico, y en la Ávila miserable de los pobres, muchos de ellos esperaban la llamada sopa boba, por parte de los frailes de Santo Tomás. Gutiérrez Solana hace muy buen relato de este acto social, como queda reflejado en la fotografía de la izquierda:

 

por fin, abren las puertas y entran en el patio del convento, con bancos de piedra y arbole seos. Bajo un cielo banco y frío, todos los pobres con sus escudillas y botes de latón, sonando una cuchara roñosa y negra dentro de su fondo; sus cabezas llenas de greñas, y las barbas enmarañadas y canosas, que destacan muy duras de sus caras curtidas y brillantes como moros; enseñando el pecho entre los rasgados de la camisa, con los pantalones y las mangas de sus americanas hechas jirones, por lo que asoman la carne y todas las vergüenzas, se colocan alrededor de un gran caldero que sacan del convento en un carrito de hierro con ruedas. Un hermano limosnero, con su capucha negra y hábitos blancos de fraile, su cabeza redonda, cortado el pelo al rape, con la frente saliente como un segador, que da la impresión de ser dura como la piedra, va llenando con un cazo las escudillas, botes y pucheros de las mujeres”.

En la imagen de la derecha, de un niño y un anciano mendigos comiendo a las puertas del convento de Santo Tomás, tomada por Redondo de Zúñiga, obtuvo la Medalla de Oro en el Concurso fotográfico Nacional de 1901.

Fotografías: avilas.es

Extracto de la conferencia: «Ávila en la primera mitad del siglo XX«