Hacia el 303 d.C., el emperador Diocleciano decretó un edicto de persecución a los cristianos, desencadenando una cruel represión por parte de los funcionarios romanos. En el caso de la península Ibérica, el prefecto Publio Daciano realizó una dura persecución que le valieron su fama de cruel y temido. Tras trasladarse de Barcelona a Toledo, Daciano tuvo conocimiento que en Talavera había un cristiano llamado Vicente, el cual, por la perfección de su vida y la ayuda que prestaba a los necesitados, gozaba de gran reconocimiento entre la población, y no dudaba en bautizar a los fieles si así lo requerían. Ansioso por reprimir este proselitismo y vista la ineficacia de los martirios, fue a Talavera, donde quiso asestar un golpe de afecto que acabase con los fieles cristianos a través de Vicente, al cual pretendía que apostase de su fe, haciéndolo de manera pública ante sus seguidores con el firme propósito de desmoralizar a los creyentes y terminar con los seguidores de Cristo.

hermanos
Los santos Vicente, Sabina y Cristeta

Vicente fue llevado ante Daciano, el cual quiso que apostatase de su fe de manera pública, pero el cristiano se negó a renunciar a ella y fue enviado a prisión, dándole un plazo para que renegara de Cristo y evitar el martirio. El cristiano Vicente, auxiliado por sus hermanas Sabina y Cristeta en la cárcel, consiguieron huir en una fuga en la que contaron con ayuda de los guardias, convenciéndole de huir y mantener así la fe de sus fieles. Los tres hermanos se dirigieron hacia la ciudad de Ávila, atravesando lugares que aún conservan en la toponimia su huella, como la Sierra de San Vicente y el Cerro de San Vicente, su pico más alto, Hortigosa de San Vicente y Real de San Vicente (título de Real concedido por Carlos II). Cuenta la tradición que los hermanos, extenuados por el cansancio, pararon a descansar en un lugar, apoyando sobre la roca sus cabezas, y milagrosamente manó agua de ella con la que saciaron su sed.

Vicente, Sabina y Cristeta llegaron a Ávila, donde pensaron que podrían vivir sin la amenaza de Daciano al pasar desapercibidos, pero la fortuna quiso que los funcionarios del prefecto romano dieran con ellos, reteniéndoles. Los condujeron hasta un barranco situado al nordeste de la ciudad, donde los atormentaron y torturaron, para que finalmente les dieran muerte aplastandolos la cabeza entre dos grandes losas de piedra. En aquel barranco dejaron abandonados los cadáveres, para que diesen cuenta de ellos las aves de carroña.  Fueron torturados el 27 de octubre del año 307.

Según la crónica, el martirio de los tres hermanos fue presenciado por un judío, el cual disfrutó del cruel espectáculo. Al quedar los cadáveres abandonados, se dispuso a profanarlos, pero en aquel momento salió una serpiente de una roca, enroscándosele al cuerpo y comenzó a asfixiarle. Rendido ante la muerte, el judío quiso ver en la serpiente un castigo del dios de los cristianos por congratularse de la muerte de los hermanos, y de querer profanar sus cuerpos. En última instancia, ofreció a Dios bautizarse si se salvaba y dar sepultura digna a los martirizados. Sea como fuere, la serpiente se desenroscó del cuerpo del judío y volvió al agujero de donde había salido, cumpliendo el judío la promesa que había realizado, dando sepultura a los hermanos, y construyendo un templo sobre ellos al cesar las persecuciones, y terminó convirtiéndose al cristianismo, dándose el caso que una vez fallecido, fue enterrado en el mismo templo, junto a los mártires Vicente, Sabina y Cristeta.

Fuentes

RUIZ AYÚCAR, Eduardo. Sepulcros artísticos de Ávila. Institución Gran Duque de Alba, Ávila, 1985. pgs. 42-45

http://www.architoledo.org/causa_santos/archivos/martirestalavera.htmhttp://santosmartirestalavera.blogspot.com.es/p/santos-martires_9.html

http://buscandomontsalvatge.blogspot.com.es/2013/01/cerro-de-san-vicente.html