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Auto de fe. Berruguete

La controvertida figura del dominico fray Tomás de Torquemada ha quedado ligada a la historia del Santo Oficio, institución de la que formó parte como Inquisidor General, dedicándose a la defensa de la fe católica, persiguiendo a herejes y conversos. También, fue fundador del monasterio de Santo Tomás de Ávila, donde se retiró en 1496, ya anciano y con los achaques de la edad, aprovechando sus últimos años para establecer el estatuto de limpieza de sangre que se mantendría en los siglos siguientes, y donde fallecería dos años después, el 20 de septiembre de 1498. Fue enterrado en el mismo monasterio de Santo Tomás, pero sus restos no encontrarían descanso eterno.

En 1572, sus restos fueron trasladados para acoger la tumba del obispo Francisco de Soto y Salazar. Con el devenir de los siglos, los restos del inquisidor Torquemada se han perdido. Se cree que estaría enterrado bajo un pequeño altar en la sacristía, pero en 1699 fue destruido por un gran incendio, el cual, al reconstruirse, se perdieron todas las referencias a la tumba del dominico. Según algunos historiadores, sus restos fueron profanados durante la invasión napoleónica, sin conocerse siquiera quienes serían los autores de semejante acto, cumpliendo, de esta manera, una supuesta venganza demorada en el tiempo.

Por el contrario, José Belmonte, en su obra Ávila Contemporánea, dice: “Y en otro momento -1836- se sacaron de su sepulcro, se arrastraron y aventaron en el “Brasero de la Dehesa” –patíbulo de llamas inquisitoriales- los restos del inquisidor Torquemada”. Esta localización, el llamado Brasero de la Dehesa, se corresponde con el lugar donde quemaban a los condenados de la Inquisición en Ávila, en algún punto próximo al monasterio de Sancti Spiritu, como los ajusticiados en el proceso del Santo Niño de la Guardia, en los inicios del Santo Oficio y cuando Torquemada era Inquisidor General.

Fuese como fuese, los restos de fray Tomás de Torquemada se han perdido. La leyenda negra ha empañado la vida del austero dominico que sentó las bases de una institución muy importante en la historia de España. No debemos caer en el error de juzgar el pasado con los ojos del presente, sino ponernos en el contexto la sociedad de la época, y no guardar, en ningún caso, odios y rencores de siglos pasados.