“Vivo sin vivir en mí, y de tal manera espero, que muero porque no muero”
Teresa de Jesús falleció un 4 de octubre de 1582 en Alba de Tormes, lugar al que se había trasladado ante la petición de la duquesa de Alba. Exhaló su último suspiro en brazos de Ana de San Bartolomé, siendo sus últimas palabras «En fin, muero hija de la Iglesia» pese a su deseo de morir en la pequeña fundación de San José de Ávila. Fue enterrada en la iglesia de la Anunciación del convento de Carmelitas descalzas de Alba de Tormes al día siguiente, 15 de octubre, coincidiendo con el momento de cambio del calendario juliano al calendario gregoriano actual.
No es sólo se produjo ésta peculiaridad del entierro de la Santa, si no que recibió tres entierros. Como hemos dicho, el primero de ellos se produjo al día siguiente de su muerte. Nueve meses después, la tumba se abrió – por haber cedido parte de la misma – descubriéndose que el cuerpo de Teresa de Jesús permanecía incorrupto. El padre Jerónimo Gracián le cortó la mano izquierda, llevándola a las madres carmelitas del convento de San José de Ávila, aunque se guardó el dedo meñique para él.
En 1585, la Orden de los Carmelitas Descalzos ordenó trasladar el cuerpo incorrupto a Ávila, exhumando los restos el 25 de noviembre, aunque un brazo permaneció en Alba de Tormes para compensar, de algún modo, la pérdida. El cuerpo de Santa Teresa permaneció en la capital abulense hasta que los duques de Alba, molestos por la decisión carmelita, hicieron gala de su poder logrando que el papa Sixto V aprobara un nuevo traslado – y definitivo – de los restos de Teresa de Jesús a Alba de Tormes, oficiándose el tercer y último de los entierros oficiales de la Santa abulense.
El cuerpo incorrupto de Teresa de Jesús permanece en la capilla de la Anunciación de Alba de Tormes, custodiado bajo nueve llaves y según se puede oír popularmente, se dice que hasta que no se junten todas las llaves, no se puede abrir el sepulcro de Santa Teresa. Tantas llaves, o cerraduras, se deben para evitar sustracciones de reliquias. Las llaves están distribuidas en juegos de tres (reja exterior, arca externa de mármol, arca interior de plata), a cada uno de los representantes: la priora del convento de Alba de Tormes, el superior general de la Orden carmelitana en Roma y la casa del duque de Alba. Cabe señalar que existe una cuarta llave en el caso del arca de plata y cuya custodia tiene – simbólicamente – la monarquía española. La última vez que se abrió el sepulcro fue en agosto de 1914, bajo gran expectación y bajo permiso vaticano.
Las reliquias de Santa Teresa
El cuerpo incorrupto de Santa Teresa es venerado y de él se han extraído partes de su anatomía para reverenciarse como reliquias, hasta tal punto que se encuentran diseminados por lo largo del mundo. A continuación exponemos algunas de las reliquias de la Santa y su ubicación:
En Alba de Tormes se encuentra lo que queda de su cuerpo, el brazo izquierdo y el corazón, expuesto en el museo. En Roma se encuentra el pie derecho, concretamente en el convento de Santa María della Scala, y la mandíbula. En San Pancracio se conservan algunos fragmentos de cráneo y unos dientes.
En Lisboa, la mano izquierda, cortada, como hemos visto, por el padre Gracián en 1583 – quedándose con el meñique – y que fue entregada a las monjas de San José, llevándose en 1585 al monasterio de carmelitas descalzas de Lisboa, donde se encuentra actualmente.
Las Carmelitas de Madrid veneran un pedacito de carne con forma de corazón, al igual que las carmelitas de Malagón y Valladolid, junto a parte del escapulario. Pero también existen reliquias de trocitos de tela mojadas en sangre, que las monjas cogieron cuando veneraban el cuerpo de una herida que tenía en la espalda. Y muelas, como en Toledo, Santiago de Compostela, o Ciudad de Puebla en México. Y en Ronda el ojo izquierdo, junto con la reliquia que ha tenido más devoción: la mano derecha.
De esta mano derecha se cortaron varios dedos y fueron repartidos por distintos sitios: París, Roma, Ávila, Sevilla y Bruselas (Gent y Antwerpen), donde también se encuentra una de las clavículas.
Pero la historia de esta mano es, cuanto menos, curiosa, y se remonta a los tiempos de la guerra civil. Tras el estallido del conflicto, Ronda quedó en territorio republicano, y el convento de carmelitas descalzas de esta localidad fue capturado por el bando republicano. Las autoridades provinciales reclamaron y la reliquia fue llevada a Málaga, pero cuando llegaron los nacionales encontraron la mano entre los objetos personales del coronel José Villalba Rubio. Entonces Franco pidió un permiso especial a la iglesia y se la llevó a su capilla particular del palacio de El Pardo – la leyenda cuenta que la tenía en su dormitorio, y que incluso le construyó su propio altarcito – y la veneró hasta su muerte. Dos semanas después, la mano fue devuelta a la priora de las madres carmelitas descalzas del convento de Ronda.
Y también, con objetos materiales que utilizó Santa Teresa, podemos encontrar el báculo que utilizó en su vejez, conservado en el monasterio de San José y que con el propósito del V Centenario ha recorrido todo el mundo, incluido el Vaticano, hasta regresar de nuevo a la primera fundación.
Se conserva también en San José el rosario que utilizó y una sandalia. En Zaragoza la correa del hábito con el que fue enterrado, y del cual se destilaban unas gotitas de aceite de sangre que hacía milagros; en Calahorra el velo; en Granada la sábana donde permaneció enterrada el tiempo que estuvo en San José. Además, hay otras reliquias más curiosas, como un trozo de una silla que perteneció a Santa Teresa, madera del ciprés plantado por ella; o tierra de la tumba primitiva.
Bonus Track: Como curiosidad, el brazo incorrupto de Alba de Tormes, cuando fue llevado de visita a Nueva York por las monjas de la congregación, al pasar la aduana tuvo problemas en la declaración y finalmente fue reconocido como «salazones y pesca salada«