Sin duda, el mundo del espionaje está lleno de personajes curiosos, aunque muchas veces caigan en el anonimato que su profesión requiere, si bien es cierto que otros son por todos de sobra conocidos, como el literario y cinematográfico James Bond o Francisco Paesa, espía español que está pidiendo a gritos un biopic con sus aventuras. Desgraciadamente, dentro de este mundo también existen casos en el que los personajes son todo lo contrario al modelo de espías que conocemos. Actualmente, “el pequeño Nicolás” – Fran para los amigos – se ha mostrado al mundo como confidente del CNI, “charlie”, infiltrado en las altas esferas del poder político y económico de España. Personajes como él, con increíbles aventuras tan inverosímiles como inciertas, no son nuevas a lo largo de la historia, como aquel pastelero de Madrigal de las Altas Torres que metido a rey de Portugal, hasta el personaje que hoy nos ocupa: nuestro espía más internacional durante la Segunda Guerra Mundial, Ángel Alcázar de Velasco.

El agente Alcázar de Velasco fue de designado como agregado de prensa de la embajada española en Londres en enero de 1941. Un puesto de cierta categoría que había conseguido por influencia de su amigo el ministro de asuntos exteriores del gobierno español, Serrano Suñer, y más teniendo en cuenta que si bien estaba destinado a mantener contacto con los periodistas locales, ni siquiera hablaba inglés. El servicio secreto británico, el famoso MI5, desconfió desde el primer momento de Alcázar de Velasco, y ordenaron a sus espías en Madrid que investigaran el pasado de este curioso personaje. Cuando recibieron el informe, su perplejidad fue patente:

Era de origen gitano, y de niño había trabajado como limpiabotas en Madrid, un joven extraordinariamente ambicioso, y para poder pagarse sus estudios, entró en el mundo del toreo. Se apuntó a la Falange nada más crearse y no tardó en convertirse en uno de sus más fieles seguidores, manifestando públicamente su admiración por el nazismo de Hitler”.

Desde el primer momento que puso un pie en la embajada española en Londres, agentes dobles controlaron sus movimientos, pudiendo comprobar que tenía aterrorizados y dominados a todos los españoles de la embajada, menos al duque de Alba. Alcázar de Velasco, prepotente, hábil y actuando sin el disimulo que se le requería, manifestó sus simpatías hacia el régimen nazi dejando claro desde el primer momento que había ido a la pérfida Albión a recabar información útil para los alemanes, protagonizando cómicas escenas como presentarse a reuniones oficiales con el uniforme de Falange o improvisadas exhibiciones de toreo en unos baños turcos.

Alcázar de Velasco enviaba cables desde la embajada a Madrid donde pasaba la supuesta información que le facilitaban los contactos que tenía a su servicio, hasta 21 agentes, de los cuales, como el MI5 pudo comprobar, eran totalmente inventados y, para colmo, los dos o tres agentes auténticos eran agentes dobles ingleses. Un éxito de operación de espionaje que se saldó con la red desmantelada y sus integrantes presos, si bien el espía español pudo escapar in extremis a Madrid.

A pesar de esta chapuza descomunal, su fama como espía llegó a oídos del ministro Yakichiro Suma, del emperador nipón, proponiéndole crear una red de espionaje japonesa en Estados Unidos. Sin dudarlo ni un instante, Alcázar de Velasco acepta la propuesta llegando al acuerdo de que espiara para ellos para contaría con la colaboración técnica de los alemanes. Éstos le llevaron a Berlín y le enseñaron las técnicas necesarias para montar una red clandestina de espionaje en un país como EEUU, que se acabó llamando la red Tō. Esta red comenzó operando a principios de 1942 y estuvo en servicio durante dos años y medio, aunque el éxito que esperaban no fue tal, pues aunque el gran agente Alcázar de Velasco estuvo enviendo informes secretos a los japoneses desde EEUU, éstos no eran tan secretos, pues el sistema de cifrado de los sistemas de inteligencia japoneses, llamado Magic, había sido descifrado por los norteamericanos incluso antes de que operase la red Tō . Esto, unido a que un periodista y el embajador español en Vancouver le delataron, la red Tō se diversificó por países iberoamericanos pensando en su éxito, infiltrándose, pero cada operación la conocían los americanos, siendo esta red un rotundo fracaso.

Tras estas operaciones, el espía Alcázar de Velasco cuenta, entre otras misiones, su permanencia en el búnker de la Cancillería alemana hasta el 24 de abril de 1945 y colaboraría con los nazis tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, ejerciendo como periodista en varios países latinoamericanos como Argentina y México, acompañando a Eva Perón en su visita a España (1947), aunque no abandonaría el mundo del espionaje hasta 1958, según su autobiografía, donde da rienda suelta a sus delirios de grandeza.

Ávila. Visita de Eva Perón.

El espía Ángel Alcázar de Velasco, el fascista que trabajó para Franco, Hitler y el imperio japonés, no pasará a los anales del espionaje por sus éxitos, pero sí como un personaje, cuanto menos, peculiar.

FUENTES

El artículo está basado en las microfichas de espionaje de Fernando Rueda en el programa «La Rosa de los Vientos» – Audio 1 – y – Audio 2 (min. 30) –