«que vos el dicho Pedrarias Dávila tengáis por Nos en nuestro nombre, la gobernación e capitanía general de toda la gente e navíos que agora van en la dicha armada; e así mismo, de la que esta o estuviere o fuere de aquí adelante a la dicha tierra de Castilla del Oro (…)»[1]
Nacido en Segovia hacia 1440, hijo del conde Puñonrostro y criado en la corte de Juan II y Enrique IV de Trastámara, Pedrarias Dávila participó en la conquista de Granada y en las guerras de África (1508-1511). De gran estatura, tez blanca, ojos verdes y cabellos rojos, fue apodado “el Galán” y “el Gran Justador”. Se casó con Isabel de Bobadilla, quien acrecentó su prestigio, linaje y fortuna, y le sacó de numerosos problemas y lo acompañó a las Indias junto a dos de sus hijos.
Fue nombrado por la Corona como Gobernador de la Castilla del Oro, elección algo inusual, pues estaba entrado en años (77). Aún así, recibió quejas sobre su crueldad, arrogancia, impetuosidad y audacia siendo éstas, no obstante, desestimadas. El 11 de abril de 1514 zarpó hacia el Nuevo Mundo, dotándose de un ejército nunca visto antes, numeroso y el mejor preparado de la conquista, disponiendo de 22 navíos y casi 2.000 hombres. Tenía instrucciones de organizar las regiones conquistadas, fundar ciudades, establecer colonos y negociar con los indios. El motivo por el que se retrasó su salida fue la redacción del famoso “Requerimiento” de Palacios Rubio.
El 19 de junio llegaron a las costas colombianas, donde leyeron por vez primera el Requerimiento, y el 30 del mismo mes arribaron a Sta. María la Antigua donde sus habitantes, con Núñez de Balboa a la cabeza, les recibieron y acogieron amistosamente, y juzgaron la residencia de Balboa, saliendo éste airoso. La colonia no estaba capacitada para absorber a tanta población y en un mes murieron 700 personas debido a la escasez de alimentos, una invasión de langosta y a la “modorra”. Para contrarrestar esta dramática situación, Pedrarias inició la conquista, convirtiéndose en monterías infernales, tan fructíferas como violentas que consiguieron sublevar a todos los cacicazgos, por lo que Balboa redactó un informe el 26 de octubre de 1.515 denunciando los abusos.
Por la Real Cédula del 23 de septiembre de 1.514, el rey nombra a Balboa “Adelantado de la mar del Sur y gobernador de Panamá y Coiba”, pero supeditado a Pedrarias. Éste retuvo la cédula y se vio obligado a entregársela, pero lo condenó a pagar 1.565.000 maravedís de multa como resultado de su juicio de residencia.
Después continuaron realizando cabalgadas para buscar oro y esclavos, muy fructíferos pero muy violentos. El mismo Pedrarias se puso al mando una expedición con 250 hombres y 12 caballos, desembarcando en Acla, y en su ausencia Núñez de Balboa conspiró en su contra y expresó sus quejas a la Corona, pero con la vuelta de Pedrarias se le apresó por rebeldía, reconciliándose posteriormente, pactándose el matrimonio de Balboa con una de las hijas de Pedrarias.
Después, Balboa partió a Acla, donde se estableció y preparó una expedición a la Mar del Sur, llegando en octubre de 1.518 a la isla de las Perlas, donde construyó una flota. Balboa reclutó a gente en la Española, y su llegada sin control a los territorios de Pedrarias fue interpretado por éste como una traición, y mando apresarle. Sometido a proceso por el licenciado Espinosa, fue condenado a muerte (degollado) por traidor, y su cabeza permaneció clavada en la picota de la plaza de Acla durante varios días para que sirviera de advertencia a aquellos que intentaran enfrentarse al “Furor Domini”, la Ira de Dios, como le llamaba Las Casas.
Sin Balboa Pedrarias podía llegar hasta el Pacífico antes de que llegase el nuevo gobernador Lope de Sosa, y tras una expedición al Mar del Sur buscaron el punto más estrecho del istmo y fundaron Panamá, que significaba “lugar donde abunda el pescado”. El emplazamiento no era muy favorable para la vida humana debido a la vegetación y a las enfermedades. Su elección parece debida a una táctica política de largo alcance y planificada, pues se preveían riquezas áureas y mano de obra indígena, a la vez que el establecimiento en la zona más angosta. Posteriormente repobló Nombre de Dios (al cargo de Diego de Albítez).
En Panamá, a diferencia de El Darién, Pedrarias repartió encomiendas de indios, que consistían en dar a un conquistador unas tierras y con ellas un número variable de indios para su explotación; con ellos se cometieron muchos abusos, pero resultó que no había indios para todos, de manera que ¾ partes de las encomiendas resultaron poco rentables (de menos de 60 indios), salvo excepciones ( amigos del gobernador). Como resultado, Sta. María la Antigua quedó despoblada y abandonada a su suerte, a pesar de los esfuerzos de Fernández de Oviedo.
Pedrarias comenzó a organizar expediciones, reclutar gente, explorar y conquistar, funda ciudades y convierte el istmo de Panamá en el foco de expediciones como centro. En 1.522 saldrá una expedición de Gil González Dávila de la isla de las Perlas, se adentraron en tierras de los caciques Nicarao y Nicoya, avanzando hasta el lago Nicaragua, donde creyeron haber descubierto el ansiado estrecho, y volvieron en junio de 1523 con gran botín, del cual Pedrarias reclamó un quinto, pero Dávila consiguió huir a la Española desde donde envío a España regalos y la noticia de que habían descubierto el estrecho, y confiaba en que lo nombraran gobernador de esos territorios. El incansable Pedrarias también alegaba derechos sobre esos territorios y también escribió a la Corona, además, envió una expedición a Nicaragua y Costa a cargo de Hernández de Córdoba fundando varias ciudades.
La continuación es la rivalidad entre varios capitanes que pugnan por hacer valer sus derechos de descubrimiento y conquista de un territorio. Da igual por quien sean enviados, sino que culminada la hazaña querrán independizarse de cualquier autoridad indiana y reivindicar sus conquistas ante el rey. A comienzos de 1.524, partió otra vez González Dávila desde la Española desembarcando en la costa de Honduras, y su ejército chocó con el enviado a Pedrarias comandado por Hernández de Soto en una dura batalla, y aún así llegó una expedición al mando de Cristóbal de Olid, y la Corona amonestaba a Cortés, Pedrarias y Olid por luchar entre ellos.
Hernández de Córdoba intento independizarse de Pedrarias, pero no fue secundado por sus soldados y el “Furor Domini”, cuando tuvo noticias de ello, embarcó a comienzos de 1.526 y tras un rápido juicio lo condenó a ser decapitado. Seis meses permaneció Pedrarias en Nicaragua, una tierra que no le pertenecía pero que alegaba sus derechos, y tras su segundo juicio en 1.527, del que salio airoso gracias a su astucia y a la influencia de su mujer en la Corte, amiga íntima de la emperatriz Isabel de Portugal; y ante el fallecimiento del reciente nombrado gobernador de Nicaragua, Gil González Dávila, que murió sin tomar posesión, Pedrarias fue nombrado “gobernador y capitán general de Nicaragua”.
El anciano gobernador desembarcó el sábado santo de 1.528 en el golfo de Sanlúcar, donde reinaba la anarquía debido a un motín provocado por el gobernador de Honduras, López de Salcedo. Era un momento difícil y con él llegaron muchos pobladores, tantos que según las crónicas señalan que se despobló la Castilla del Oro. Con el aporte de nuevos hombres prosiguió las expediciones que llegaron hasta el borde de Guatemala, donde las tropas regidas por Pedro de Alvarado los expulsaron (1530). La población indígena sufrió una devastadora extinción debido a la esclavitud y a las epidemias, teniendo su principal denunciante en Castañeda, enemigo de Pedrarias que lo denuncio ante la Corte.
En los últimos años de su vida Pedrarias estuvo muy enfermo, sin poder andar (en silla o cama) pero siguió firme y altivo. Violencia, ambición y nepotismo lo caracterizan, pero una gran labor colonizadora en Panamá y Nicaragua. Murió un 6 de marzo de 1531 con casi noventa años y fue enterrado en el monasterio de Nuestra Señora de la Merced; fue “un hombre muy acelerado en demasía” como lo estimó su antagonista Núñez de Balboa.
BIBLIOGRAFÍA
[1] GARCÍA JORDÁN, Pilar; IZARD, Miquel (Coor). Conquista y Resistencia en la Historia de América. Barcelona, Universitat de Barcelona, 1992. pg. 91
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